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Entrar con buen pie al mundo literario siempre es harto difícil, y máxime cuando el género que conlleva el reto es de la ficción, el cual generalmente se le torna cuesta arriba a cualquier empecinado o aficionado en emborronar o llenar cuartillas para hacerse de un sitial respetable, o cuando menos digno en el mundo literario.
José Espinosa Féliz, de quien no teníamos noticias hasta hace escasos días, es uno de esos afortunados de quien con un primer texto causan buena impresión. Su novela “La extraña obsesión de Waldo Tenerife” (Editorial Santuario) tiene la extraña virtud de que se lee con gusto, sin mayores tropiezos, y al final deja la sensación de que ha valido la pena dedicarle dos o tres horas, y que el tiempo invertido en la lectura, ha sido positivo, pues nos ha envuelto en su fantasía.
Leí la novela de un tirón. Y mientras la leía me llegó a la mente la convicción de que era raro de que un autor en su primer texto no haya caído en la tentación de embarcarse en escribir largo e intrincando buscando, torpemente, sorprender. Por el contrario, es loable que José Espinoza se haya decantado por escribir un texto claro, breve, y preciso.
Que fuese corto en extensión el libro y que empezara la novela con una frase transparente me trajo una buena corazonada: El prematuro fallecimiento de su esposa dejó a Waldo Tenerife totalmente descontrolado”. Así empieza la novela y con esta frase cumple Espinoza un consejo dado por el novelista Mario Vargas Llosa, que jamás he olvidado: “empezar un texto narrativo con una frase creíble, entendible, transparente”.
Otra característica de esta novela es que fluye, el autor va presentando el mundo espiritual de Waldo Tenerife sin contratiempos, va haciendo creíble un personaje que se haya atrapado en la obsesión por un sentimiento como el amor, y por un hecho que le ha estremecido: la muerte de su amada, que lo hace equilibrar, cual magistral funambulista, en el fino hilo que separa la locura de la cordura.
Generalmente el narrador que falla en su primer intento narrativo, quiere sorprender al lector poco avezado ofreciéndole muchas páginas, divagando, dando muestras de pericias y conocimientos, sin embargo, muy sabia y prudentemente en La extraña obsesión de Waldo Tenerife, José Espinosa nos muestra cómo puede construir un texto narrativo interesante, apelando solo a centrarse a contar una historia, sin morir en el intento.
Con un lenguaje bien cuidado, tomando el camino de la precisión y la transparencia, llama la atención también en este primer texto que ha entregado Espinosa, el manejo del tiempo en la novela ha sido realizado con destreza. De ahí que nos cuente la historia de cómo se conocieron Waldo y Melfy, sin que se pierda el interés por la lectura, y sin perder el hilo narrativo.
Cuando se producen estos –incidentales largos narrativos- generalmente el escritor poco avezado saca al lector del carril o del curso narrativo, y provoca a veces desencanto o desinterés. Pero en el caso de Espinosa Féliz, esto no se produce, y lo que provoca es que la historia se enriquezca, pues el lector entra a un conocimiento básico de la historia, que contribuye en su mejor apreciamiento del personaje, y por supuesto del conflicto.
En la novela de Espinosa Féliz, hay una muerta que desencadena una pasión vital de vivo. Melfy es quien mueve los resortes espirituales de Waldo, y quien lo lleva a embarcarse en una empresa que la lógica puede calificar de irracional, pero que el autor lo hace creíble: volver a encontrarse con la amada, a través de un recurso tecnológico.
Toda novela es presentación de conflicto y desarrollo, y a juzgar por los hechos, en La Extraña Obsesión de Waldo Tenerife el autor tiene plena conciencia de esto. Y como, dije el libro terminó, como empezó, con certeza: “Vamos a ver qué han hecho con el mundo durante mi ausencia”, murmuró, y se arrellanó en el asiento para disfrutar del espectáculo”.