“¿Cuántos otros antes no fueron grabados?”, rezaba un cartel en manos de Hodan B., una psicóloga de 30 años de raza negra. En su opinión, el veredicto no hubiese sido posible sin estas imágenes. “Fue lo que ayudó a desmontar la versión policial”, asegura. Aun así, recordó que “otras veces, con las imágenes de las propias cámaras de los policías, tampoco ha habido condenas”. “Lo que hemos visto iba más allá de lo cruel”, continúa la psicóloga.
Hodan es de las que cree que este juicio marcará un precedente para futuros casos de brutalidad policial. Los estadounidenses presenciaron durante la vista cómo el jefe de la policía local, Medaria Arredondo, también negro, se ponía del lado de la acusación y rechazaba los métodos utilizados por Chauvin, quien fue despedido en su día y recibirá sentencia en unas ocho semanas.
Emma Luten, una joven blanca de 24 años, confiaba en que se declarase a Chauvin culpable por alguno de los tres cargos de los que se le acusaba, pero le sorprendió que se le encontrase responsable de todos ellos: homicidio en segundo grado (implica intención en el instante, pero no premeditación), homicidio en tercer grado (definido en Minnesota como el cometido por alguien que, aunque no busca el objetivo de matar, causa la muerte actuando de forma peligrosa y sin cuidado por la vida humana) y homicidio imprudente en segundo grado. Cree que este caso “ha significado una verdadera redención de cuentas y también un paso adelante en el camino hacia la justicia racial íntegra”. Considera que el veredicto ha requerido pruebas abrumadoras después de muchos casos en los que los agentes fueron absueltos a pesar de existir imágenes contundentes. Luten afirma que si Floyd hubiera sido un hombre blanco, Chauvin no solo hubiese retirado su rodilla del cuello mucho antes: “Creo que no hubiésemos llegado a ver esa rodilla en el cuello”.
La muerte de Floyd, el 25 de mayo de 2020, detonó varias concentraciones y protestas el pasado verano. En ellas había jóvenes blancos y negros al grito de “las vidas negras importan”, lema que dio nombre al gran movimiento contra el racismo policial, Black Lives Matter. Tras el veredicto, la celebración junto al tribunal se trasladó a la ahora llamada “plaza George Floyd”, en el cruce de calles frente a la tienda Cup Foods, donde murió.
Los Ángeles: el fantasma del caso de Rodney King
En Los Ángeles, el fantasma del caso de Rodney King, un afroamericano apaleado sin piedad en 1991 por cuatro agentes —tres de ellos blancos—, hizo a la ciudad recordar una de sus peores experiencias con la brutalidad policial. Los uniformados, que habían detenido a King por exceso de velocidad, fueron absueltos en 1992 por un jurado en el que no había un solo negro. Esto fue la chispa que incendió el centro de la ciudad con varios actos de vandalismo. Quienes recuerdan aquellos días reconocen el avance que se produjo este martes.
“Alivio”. Esa es la palabra que usa Taylor, un afroamericano de 52 años, para definir lo que sintió tras el veredicto. “Ya era hora de que los policías pagaran por sus errores”, opina mientras espera el autobús en el centro de la ciudad californiana. En su móvil sigue la cobertura que la cadena CNN hace de los festejos que ha provocado en todo el país el desenlace judicial. “Espero que de ahora en adelante los policías traten con respeto y dignidad a la gente a la que detienen”.
El veredicto ha permitido a Los Ángeles relajarse tras semanas de tensión. El movimiento Black Lives Matter y otras organizaciones que piden retirar fondos a los cuerpos policiales habían incrementado sus vigilias frente a las oficinas de la policía local y la alcaldía, la más reciente en la mañana del martes.
“Este ha sido el juicio más importante de nuestras vidas”, admite el pastor Shep Crawford, quien preside una iglesia evangélica en el centro de Los Ángeles. “Después de muchos años, la sociedad entendió que las vidas negras importan. Y ahora parece ser que el sistema finalmente lo ha aprendido”, dice después de haber rezado en el Grand Park ante un grupo que celebró la decisión del jurado. “Hay que seguir trabajando. Quiero un país donde mis hijos no se sorprendan cada vez que se hace justicia”.
Nueva York: diálogo de la policía con líderes comunitarios
Los departamentos de policía del país han adoptado nuevas políticas destinadas a reducir el uso de la fuerza, para evitar las críticas generadas por su manejo de las marchas del pasado verano tras la muerte de Floyd. Ha sido una transformación operativa que ha requerido colaborar y dialogar con líderes locales, representantes religiosos y asociaciones vecinales y comunitarias. El responsable del Departamento de Policía de Nueva York, Dermot Shea, explica: “Hemos trabajado mucho” con esos agentes sociales.
En Nueva York, pese a la convocatoria de media docena de concentraciones en la ciudad —programadas con anterioridad, al margen del resultado del fallo—, el despliegue policial era a última hora de la tarde mucho más visible que la presencia de manifestantes. Un cordón de vallas rodeaba el perímetro de la frecuentada comisaría de Times Square, alrededor de la cual solo se daban cita cámaras de televisión, mientras el ritmo habitual del kilómetro cero de Manhattan proseguía sin interrupciones ni cortes de tráfico.
Un grupo de activistas había convocado allí por redes sociales una concentración a las seis de la tarde, pero lo único evidente era el dispositivo policial. En Manhattan se desplegaron varios cientos de agentes, y unos 300 más alrededor del Centro Barclays de Brooklyn, donde un pequeño grupo de personas siguió en directo la lectura del veredicto, prorrumpiendo en gritos de rabia y alivio al escuchar la triple declaración de culpabilidad de Chauvin. En Harlem hubo una marcha espontánea de decenas de personas con pancartas del movimiento Black Lives Matter.
Joshua, veinteañero, seguía en el móvil el anuncio del fallo mientras esperaba a su novia. “Solo habría faltado que [Chauvin] se hubiese ido de rositas, pero queda mucha injusticia, de hace siglos. Esto es solo la punta del iceberg”, decía el afroamericano, que no ha participado en ninguna marcha contra la violencia policial pese a compartir la denuncia.